Liderazgo Consciente


Imagínate que tienes la oportunidad de hacer un gran viaje en un parque natural, y alguien, en quien tú confías, y que ya ha estado ahí, te ofrece hacerte un mapa que te garantiza que vas a tener un viaje exitoso. Llegas al parque y empiezas a seguir las instrucciones que vienen con el mapa: “Inicia por el sendero A, a los 45 minutos de caminada te vas a encontrar un gran árbol”, tú, atenta al camino para no desviarte, llegas al km 3 y con gran alegría te encuentras con el árbol. Luego, dice el mapa, “subes una colina por un camino en zigzag, esto debe tomarte cerca de 4 horas, no te distraigas porque es muy fácil tropezar con las piedras, en el tope de la colina vas a poder disfrutar de una vista increíble” Tú, nuevamente sigues las instrucciones al pie de la letra, arriba disfrutas de la vista y sigues. “Una vez arriba, bajas por el otro lado de la colina para encontrar un puente sobre un rio que debes cruzar para poder avanzar”, dicen las instrucciones. Muy atenta al mapa para no perder el puente llegas al lugar indicado y para tu sorpresa, no hay puente.  Aparentemente, el puente se lo llevo alguna corriente porque puedes ver los restos. 

En una situación como esta, es probable que tu mente empiece a trabajar de manera acelerada, para encontrar como mantenerte a salvo, finalmente esa es su función. Y si el mapa es lo que te ha dado confianza y seguridad en el viaje, la mente encontrará todas las maneras posibles de que puedas cruzar el río y retomar el mapa. Así que empezarás a analizar los riesgos de cruzar el río nadando, o si es mejor subir por el río hasta encontrar una parte más angosta o panda para cruzar, o si puedes de alguna manera reconstruir el puente.

¿Qué pasaría si, en vez de buscar todas las opciones para seguir adelante, te das el permiso de sentarte y pausar? Observar con curiosidad el entorno, pero sobre todo, observarte a ti misma. Ver y reconocer qué es lo que estás sintiendo, y mirar desde otro lugar esos pensamientos acelerados en tu cabeza. Hacer preguntas distintas que rompan ese esquema de supervivencia en el que la mente entra con tanta facilidad y que dicen: 'si no sigo el mapa, no voy a tener un viaje exitoso’. ¿Cómo sería soltar el mapa? ¿Cuál era el propósito de este viaje? ¿Qué valoro realmente de este viaje? Tal vez era caminar y conectarme con la naturaleza y crear mi propia ruta de disfrute de este viaje.

En el momento en el que fijo mi atención en mí, y si observo con atención qué pienso, qué quiero, estoy ejercitando la consciencia. Y esta autoconsciencia es una de las grandes cualidades del liderazgo.

Tal vez por seguir los ritmos del mapa, no paré a comer moras silvestres cuando las vi, o no me di el permiso de explorar un sendero distinto que tenía señales de que llegaba a una cascada.

La siguiente es la definición que tiene Wikipedia sobre La consciencia: se define, en términos generales, como el conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones, pero también se refiere a la capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento.  

Verse y reconocerse. Esto nos permite gestionar mucho mejor nuestras emociones, acallar la mente, aceptar y abrazar nuestra vulnerabilidad, para poder actuar con más claridad, pero sobre todo, en mayor coherencia con nosotras mismas.

Si llevamos la analogía de esta caminata por la naturaleza a la vida, nos damos cuenta de que la realidad es que a la mayoría de nosotras nos educaron para seguir un libreto basado en el modelo de éxito que heredamos de nuestro entorno cultural y familiar. Desde muy niñas nos dijeron que debíamos estudiar mucho, sacar buenas notas y ser buenas con otros. Con buenas notas en el colegio, teníamos la posibilidad de ir a la mejor universidad, y luego trabajar en una empresa que nos ofreciera estabilidad, la posibilidad de desarrollarnos y de tener cada vez un mejor salario para poder ser felices. Pero la realidad es que el libreto se queda corto frente a muchas situaciones que tiene la vida y muchas veces nos hacen falta recursos internos para transitarlas, aprender y ser felices.

En nuestra vida, el puente caído pueden ser situaciones que se presentan en el desarrollo de nuestra carrera profesional, como por ejemplo haber postulado para ser gerente de tu grupo y no haber sido elegida, y ahora te enfrentas a recibir a la persona que trajeron de afuera para el cargo. O que tú y tu pareja hayan decidido que quieren tener hijos y sientes que si quedas embarazada, se van a reducir las posibilidades de crecimiento en tu organización.

A los 28 años, estuve como gerente general encargada de la división de computadoras personales de IBM, lo que hoy es Lenovo. Era un reto enorme; la cuota de ese año era de 35 millones de dólares, con una red de canales de distribución que apenas estaba aprendiendo del negocio de retail. Estuve a cargo durante un trimestre, que fue lo que duró el proceso de búsqueda de esa posición. En ese momento, yo tenía muy claro que mi camino era ser gerente de IBM, y este negocio me parecía apasionante porque era muy distinto al negocio tradicional de la compañía. El resultado del proceso es que trajeron a una ejecutiva de afuera para la posición. Esto fue muy difícil para mí porque sentía que mientras estuve a cargo había logrado ganarme la confianza del equipo, que era tal vez el reto más grande, la credibilidad de los dueños de los canales de distribución, pero sobre todo se habían dado los resultados del trimestre. Me costó mucho asumir volver a mi posición anterior porque sentía que era como si hubiera fallado e iba a perder todo lo que había construido.

Si en ese momento, hubiera tenido la consciencia que tengo ahora, habría transitado ese periodo con más claridad sobre lo que estaba pasando y, por lo tanto, habría sido una experiencia de más aprendizaje y menos sufrimiento. En mi cabeza, el éxito era que me dieran el cargo. No me lo dieron porque era joven y el negocio requería más experiencia para posicionarse mejor en el mercado. Con el tiempo entendí que el éxito estuvo en que me hubieran confiado estar a cargo mientras traían a la persona correcta. Que el hecho de haberlo hecho bien durante ese trimestre me dio la exposición para que un par de meses después me ofrecieran la responsabilidad de estar a cargo de la inteligencia de mercado, trabajando con el gerente de la región andina. Pero algo que me habría realmente ayudado mucho, si hubiera estado más consciente de mí en ese momento, habría sido poder tener una conversación honesta y vulnerable con María Elvira, la nueva gerente, para contarle (sin drama, lo cual a esa edad me costaba bastante más que ahora, soy leo) sobre cómo me estaba sintiendo y pedirle su apoyo para redireccionar mi relación con el equipo dadas mis inseguridades de ese momento


Los académicos dicen que el liderazgo es una combinación de 3 factores:
El primero somos nosotras como líderes: nuestro propio viaje de autoconocimiento y consciencia. El liderazgo se ejerce desde quienes somos, más allá de lo que sabemos. Desde la consciencia de nosotras mismas. Se ejerce desde la capacidad de observar y reconocer nuestras emociones y pensamientos para poder gestionar eso que sentimos, resignificar eso que pensamos, de tal manera nos abrimos a mayores posibilidades para nosotras, nuestros equipos, nuestras familias y el negocio.

Warren Bennis, quien fue considerado el Gurú del Liderazgo, dijo: “Los líderes no tenemos más con qué trabajar que con nosotros mismos, somos nuestra materia prima. Solo cuando sabemos de qué estamos hechos y qué queremos hacer con eso, empiezan nuestras vidas”.

El segundo factor en el liderazgo son los seguidores, a quienes lideras. que necesitan, que los motiva, que esperan de mí, como se sienten. Solo entendiendo quienes son podrémos  acompañarlos y movilizarlos. La inteligencia emocional tiene un componente que es la consciencia social, y que se traduce en nuestra capacidad de ser empáticas, compasivas y comunicarnos asertivamente. 

Y el tercer factor es la curiosidad sobre el contexto: el contexto global, del negocio, la cultura de la organización. Creo que este factor se hace fundamental especialmente en estos tiempos tan volátiles e inciertos que vivimos como humanidad.


El despertar de la consciencia, en mi opinión, es el camino que muchas personas en el mundo hemos venido haciendo en los últimos años, en la necesidad de vernos y reconocernos con más amor y capacidad de autocuidado, de relacionarnos con otros de maneras más empáticas y genuinas, y de reconocer nuestra relación estrecha con la tierra. Este despertar es la esperanza de poder construir sociedades más igualitarias, incluyentes y justas, así como de vivir vidas más plenas.

La palabra consciencia tiene muchas dimensiones y confío en que en el desarrollo de este blog y otros encuentros de esta comunidad, podamos conversar a fondo sobre varias de ellas:

Una de esas dimensiones es la consciencia de quién soy. Quienes han tenido la oportunidad de estar conmigo en mis talleres de liderazgo saben que promuevo que nos hagamos esta pregunta de tanto en tanto, pero sobre todo que lo que siento y pienso no me define, y que la gran libertad del ser humano es su capacidad de elegir quién soy frente a las distintas circunstancias de la vida. Puedo elegir, no ser víctima de las circunstancias que no puedo cambiar y puedo optar por una postura de aprendizaje y crecimiento que le dé sentido a lo que estoy viviendo.

Para mí, ser consciente de nosotras mismas es reconocer el amor como nuestra esencia y, desde ahí, reconocer nuestra vulnerabilidad, el coraje, la autocompasión y, a la vez, nuestra fuerza.

Otro aspecto de una líder consciente es reconocer que somos cuerpo, que este es el vehículo que nos permite ser líderes, ser mujeres, madres, parejas. Debemos cuidarlo con la alimentación, el ejercicio, el descanso, la meditación y el yoga, con todo lo que nos provea bienestar. En un capítulo más adelante, cuando hablemos del autocuidado, aprenderemos que el cuerpo, las emociones y la paz interior están íntimamente relacionados, porque una afecta a las otras.

Conscientes de nuestras conversaciones internas que son las que definen nuestra visión del mundo, del propósito de lo que hacemos, de nuestra relación con los demás, de cómo podemos crear nuestra propia realidad de manera consciente.

Conscientes del valor de nuestras relaciones personales y laborales, de cómo podemos gestionarlas para, a través de ellas, expresar nuestra esencia como mujeres, profesionales, parejas, madres, líderes, etc., y ponerla al servicio de los demás y de crecer juntos.

Antes de finalizar este post, me gustaría sugerirte una película infantil llamada “Orión y la oscuridad”, que vi en Netflix este fin de semana. Orión es el nombre del niño protagonista y la película trata sobre el miedo que siente hacia la oscuridad. Lo que me llamó mucho la atención es cómo el niño lleva un diario ilustrado de sus miedos, y cómo, a través de ese diario, puede reconocerlos y enfrentarlos.

El journaling, escribir sobre lo que estoy viviendo y dejar que en el ejercicio de la escritura libre salgan los pensamientos que tengo sobre algunas situaciones, me ayuda mucho a verme y a movilizar emociones. Por eso, es una práctica que te recomiendo mucho para ejercitar tu consciencia.

Gracias por compartir este espacio de reflexión, aprendizaje y crecimiento conmigo. Espero que este post te haya permitido entender mejor de qué hablamos cuando nos referimos a la consciencia, y cómo esta es fundamental en el ejercicio del liderazgo y para vivir con mayor balance y bienestar.

¿Quieres compartir tus reflexiones, dudas o inspiraciones? Conéctate con nosotros siguiéndonos en @claudiaveraliderazgo en redes sociales. Tus aportes formarán parte de nuestra conversación, ya sea en este espacio, en episodios venideros de nuestro pódcast o a través de nuestro newsletter

Te espero aquí la próxima semana para hablar sobre cómo liderar desde la visión y con propósito.

Previous
Previous

Liderando desde tu Visión

Next
Next

Mujer Consciente